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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

Jaén me duele...

Jaén me duele...

Tu tierra te duele siempre. Eso dicen, al menos, los poetas. Pero es una verdad inalterable. Apenas vuelves a Jaén tras una pequeña escapada notas que el dolor se acrecienta al descubrir carencias, quizá defectos, tal vez desidia, incluso  apatía. Paseas por una capital cercana, digamos Sevilla, y el ronroneo silencioso de un majestuoso tranvía color acero templado te susurra al pasar con una brisa que huele a progreso y modernidad. ¿A qué huele el nuestro con varios años ya aparcado en el olvido?

Si reparas en los anuncios de las paradas de autobús, cada una identificada, con líneas y planos actualizados –nada que ver con las nuestras por cierto-, descubres que se publicita un aceite de oliva virgen extra que ha obtenido no sé qué premio internacional –no le haremos publicidad- pero que no es de Jaén, cuna mundial del preciado líquido pero que de nada parece servir.

Avanzas  por la vorágine cultural y hasta hay programación  teatral  y musical. Los museos abanican tu paso con exposiciones, hay colas en los monumentos –con horarios y accesibilidad adecuada-. Pensemos ahora en nuestro Museo de Arte Íbero, dormido en la falta de empuje, o en otros que vegetan sin publicidad ni garra por nuestras calles.

Unos Baños árabes que han luchado con el calendario y que se reabren a duras penas. Una judería con un cierto toque de abandono que, lejos de darle un aire romántico como antaño, se convierte en zona de tránsito difícil y de escasa señalización.

Tenemos un Castillo al que no llega el transporte público y cientos de pequeños comercios al borde la extenuación mientras se proyectan tres mega-complejos comerciales sin demasiado estudio previo, sospecho.

Hay vida socio-cultural a nuestro alrededor, pero aquí parecemos tocados por el huso envenenado de “La Bella Durmiente” aunque el adjetivo “bella” parece solo aplicable a ciertas rotondas de muy dudoso gusto estético que, sin embargo, son las que dan la bienvenida a la ciudad.

Llegas a Jaén y todo duele. La ciudad parece condenada a muerte por inanición o sumergida en una UCI en la se mantiene sedada y entubada sin que nada ni nadie enchufe la medicación apropiada para que nuestro esplendor renazca. Jaén me duele. ¿Qué puedo hacer?

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