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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

Aceite que sobrepasa leguas. (En la celebración de los 25.000 números de DIARIO JAÉN)

Aceite que sobrepasa leguas. (En la celebración de los 25.000 números de DIARIO JAÉN)

 

Dicen que solo los que sienten el mar como algo suyo lo llaman en femenino. La mar de los poetas, de los marineros hermanos de la sal  y el aroma fresco que horadan las gaviotas. Los urbanitas que acaso solo distinguen las olas cuando se disfrazan de tórrido verano, lo mencionan en un conciso masculino: El mar de la inmensidad azul con el que, acaso, sueñan.

Cuentan que también se distinguen el olivo y la oliva en similar perspectiva. Para aquel que solo sobrevuela el horizonte verde de esta tierra, ese árbol milenario será un olivo.  Sin embargo, para quien se levanta cada día acariciándolo, como el sol del alba, las ramas que se mecen suavemente con la matutina brisa recién amanecida serán de una oliva recia y  tostada por el calendario.

Ambos, andaluces de Jaén o gentes que aspiran a hacerse uno con el suntuoso sur saben que, independientemente del artículo o el género que asignemos a ese regalo de los dioses, su fruto se hermana con la ambrosía que alimentaba Olimpos y regaba bíblicos vergeles. ¿Qué fue de nuestra civilización hasta que no apareció el aceite de oliva? ¿No fue desde su nacimiento cuando la antaño cruda o cocida carne de la caza diaria comenzó a despegar de su mera función alimenticia para devenir en manjar y  deleite?

Hay algo en nuestro aceite jaenero que sobrepasa leguas y milenios, tiempos y espacios de la historia, del pasado y del porvenir. Ese líquido no es sino la sangre que alimenta las células de nuestra propia cultura, las de nuestro cuerpo incluso, impidiendo que el desgaste las oxide, el reloj las atrofie o el crepúsculo las apague. No hay altar suficiente para elevar las bondades de ese aceite que nuestra tierra, que nuestro Jaén, lanza por el mundo. Lo que si hay, claro está, es paladares dispuestos a dejarse extasiar por su cata. El olivo, la oliva son una puerta a la felicidad.  Si su fruto es la oliva o la aceituna… es y será otra materia de estudio y discusión.

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