Noticias de tinta y papel. Alegato por la supervivencia de los periódicos.
A estas alturas, llorar por la desaparición del soporte papel para nuestro periódico de cada mañana pudiera resultar, cuanto menos, obsoleto. Habrá voces que comparen esta pérdida con la del papiro egipcio, el pergamino medieval o la vetusta tablilla de barro que precedieron al papel en el mundo de la comunicación. Y quizá, tal vez, lleven su cuarto y mitad de razón. Sin embargo, escuchar que la revista estadounidense Newsweek dejará en breve de editarse en papel o saber de las cuitas que atenazan a los grandes patriarcas de la prensa en España, EL PAÍS o EL MUNDO, por no entrar en vericuetos más cercanos de periódicos regionales o locales, no deja de ser algo que me duele profundamente.
De nada vale el consuelo de saber que la comunicación continúa en internet. Las ediciones digitales de los periódicos son como la marea que sube y baja, pero el ejemplar de papel que uno tiene en sus manos es el mar. La marea te acerca y te retira las noticias con la evanescente frugalidad del minutero. El mar es la realidad, la inmensidad que permanece. El papel otorga a la noticia un soplo, quizá efímero también, de permanencia. Lo que ayer sucedió puede aparecer hoy frente a ti en esa hoja amarillenta - ¿De qué color es realmente el papel prensa?- y seguir ahí cuando mañana ahondes en su significado. La red, por el contrario, es la corriente de un río desbordado que lo arrastra todo, desvistiendo a la noticia de cualquier posibilidad de agarrarse al junco que florece en la orilla.
Dicen que la crisis económica matará al papel. Que la publicidad huye de las páginas de los periódicos. Que su precio de portada es inasumible. Que, en suma, nadie lee la prensa y, claro, ahí comienza la espiral del suicidio.
Una vieja canción que me encanta recordar decía que el video –la imagen- mataría a la estrella de la radio. Nunca pasó. ¿Acabarán las pantallas, en su rica multiplicidad, con el aromático roce del papel del periódico mañanero? Acabaremos por pasar las páginas del periódico deslizando el dedo por un cristal en lugar de acariciando cada página, despegándola de la siguiente? ¿Habremos de renunciar a esa explosión de los sentidos que es recoger tu ejemplar del buzón o ir al kiosco de la esquina a comprarlo? Un periódico te los excita todos: huele a tinta fresca, a papel curtido; ejerce de potenciador del sistema nervioso; Los ojos, cuando lo abres con los brazos abiertos, giran en sus órbitas de lado a lado y tus manos sienten su tacto poroso. El periódico sabe, huele, habla…
Mientras siga existiendo un periódico allí estaremos los fieles lectores de la prensa clásica. Puedo prometer y prometo que ninguna web nos hará traicionarlo. Quizá ese afán se lo debo a mi padre, a aquellos domingos de lectura comentada en el parque de la Victoria con el diario “Pueblo” y el “Jaén” bajo el brazo. La historia continúa, pero, por favor, escrita en papel.
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