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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

¿Qué es un baobab? (El Principito en Afganistán)

¿Qué es un baobab? (El Principito en Afganistán)

Entre el minutado descarnado de los telediarios, arropada por otros mil sucesos, la noticia del reparto de ejemplares de “El Principito” a manos de nuestros soldados por el lejano Afganistán corre el peligro de pasar inadvertida y olvidada. Incitar a la libertad, a la vida, con las “inocentes” palabras del libro de Saint Exupéry en mitad de un país carcomido por feroces enfrentamientos es un sentimiento utópico al que todos quisiéramos sumarnos.

Cuando un niño afgano abra ahora sus ojos bajo el deslumbrante sol de las arenas que le rodean podrá hacer suyo aquello de…”siempre he amado el desierto. Uno puede sentarse sobre una duna sin ver ni escuchar y siempre habrá algo que brille en el silencio”. Probablemente serán explosiones y disparos los sonidos que interrumpan su meditación y el reflejo de una bala, el brillo del poema, pero él sabrá que todo eso es accesorio ya que lo primordial, aquello que guiará su vida, lo esencial, siempre es invisible a los ojos.

Ese niño, nacido quizá de la guerra, no tendrá tiempo para crecer. Un día se levantará con la madurez del hambre, del exterminio, del lúcido estirón que provoca el agarrarse con fuerza a la supervivencia y dirigirá sus pasos por el primer camino con el que se encuentre porque “todos los senderos llevan a parajes habitados por los hombres” y allí los encontrará aunque probablemente no le tiendan la mano: “Como ya no hay comerciantes de amigos, los hombres ya no tienen amigos” ¿Dónde los encontrarán si no pueden comprarlos?

Ese niño de mirada profunda leerá una y otra vez el librito que un soldado puso entre sus manos y añorará darse de bruces con aquel que, al apagar su farola, hacía descansar a las estrellas ya que él quisiera que quienes durmieran fueran los morteros y los relámpagos en la noche.

Con el tiempo, ¡quién sabe!, ese chaval lector podría acabar con la lacra que corroe su país y el germen de su hazaña pudo nacer de las ya amarillentas páginas de un libro que alguien le regaló y eso que nunca supo lo que era un baobab.

Enfrentar el odio y la guerra a la cultura, a las páginas sensatas de los libros, al ansia de salir de los pozos de misiles hundidos en el polvo o escapar de la metralla salvaje son objetivos que se confunden con la cotidiana realidad de muchos “planetas” que habitan en el nuestro.

¿Hubiera cambiado la historia si algún gobernante se hubiera sumergido, con la vergüenza consiguiente, en las páginas de “Un mundo feliz” de Huxley, “Rebelión en la granja” y “1984” de Orwell, o “El lobo estepario” de Hesse…?

1 comentario

Ana -

Desconocía esta iniciativa. Desde luego que parece paradójico, casi surrealista, llevar un libro así al lugar de la "no ilusión", pero si pensamos que tanto la felicidad como el sentido llegan a nosotros a través de pequeños fogonazos que nos desvelan otra realidad no es difícil imaginar a estos niños, con el libro entre sus manos, intuyendo quizá que debían ser merecedores de otros mundos posibles.