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Acné tranviario. (Las obras del tranvía de Jaén)

Acné tranviario. (Las obras del tranvía de Jaén)

No hace mucho que pudimos leer que Jaén quería proclamarse ciudad más antigua de España. Glorioso empeño para esta tierra milenaria que, ahora, desde mi atalaya, se me muestra como la azorada adolescente que se descubre un pícaro granito en el rostro. ¿Qué sino acné juvenil son esas erupciones, puntos negros, espinillas, granos y sarpullidos que están surcando nuestras calles?

Las alteraciones de la piel, en la cara principalmente, son consustanciales con la adolescencia y suponen un periodo traumático para muchos chavales ya que les llega junto a ese batido de hormonas que les hace poner en efervescencia su hasta entonces tranquila existencia. Para algunos incluso supone problemas de autoestima en esa edad en que prima el aspecto físico.

Nuestro Jaén, no cabe duda, está atravesando una adolescencia florida a pesar de su edad milenaria. Y la dolencia que lleva añadida tiene un nombre que no aparece en los tratados médicos. Se llama, sencillamente, “sistema tranviario”.

Si paseamos por determinadas calles y avenidas observaremos los  nódulos, comedones  y pápulas eritematosas que han aparecido con motivo de la construcción del tranvía. Algunos son ligeras afecciones cutáneas. Otros, por el contrario, presentan agudas y molestas erupciones que, a pesar de ser benignas, causan como el acné, devastadores efectos desde el punto de vista psicosocial.

Las excavadoras rugen alrededor de vehículos y viandantes produciendo un inasumible estrés que, en ocasiones, hace temblar la firme convicción de que todo es pasajero.  Todos aquellos que se dejan cegar por la virulencia de la acnéica explosión tranviaria se olvidan que tras un tiempo en que el espejo es nuestro peor enemigo, la vida nos hace brotar de nuevo ya como adultos.

Cuando las heridas se cierren, cuando las tuberías estén de nuevo cubiertas de asfalto y las catenarias ondeen al viento, la ciudad despertará un día con el semblante alegre y la mirada puesta en el futuro.  Un porvenir que los empecinados en mantenerse en la niñez del pasado, con político empeño,  pretenden hacernos creer que ha de ser apocalíptico.

Pero casi ninguna de estas pústulas ahora abiertas dejará huella. Las zanjas serán raíles y un estilizado tranvía, quizá fabricado en nuestra provincia, nos llevará hacia un mundo más sostenible en  el que empecemos a ir olvidando nuestros cochecitos privados reservándolos para tareas más sublimes. Eliminaremos emisiones, contaminaremos menos y nuestra vida cambiará hasta el punto de que desearemos que, a la mayor brevedad posible se inaugure también la línea 2 que quizá pasee por el Gran Eje camino de las Fuentezuelas o se asome al histórico centro urbano del viejo Jaén.

El acné está a punto de desaparecer.  Y tras él nuestra ciudad tendrá el juvenil empuje de una adolescencia renovada.

El tiempo corre y las espinillas pasan a ser solo son un recuerdo en una foto amarillenta. Las obras desaparecerán y un futuro llamado tranvía llamará a nuestra puerta. Lo que nos dolió y nos afeó quedará atrás. Estamos creciendo, alcanzando la belleza serena que nos definirá para siempre. Seamos pacientes y abramos los brazos al mañana. ¡Bienvenido, tranvía!

 

 Pedro A. López Yera

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