El beso de las musas: El alma de Nati de Miguel.
Las caprichosas musas del arte insuflan su delicado aliento en contadas ocasiones y a personas elegidas por el destino. Dotan a las obras de esas criaturas de un trazo mágico y prodigioso, de una luz tamizada y tierna que hace flotar a los personajes y al espectador mientras asignan una marca indeleble en sus corazones.
Si, amigo lector, has podido disfrutar de una obra de Nati de Miguel sabrás de lo que hablo. Su universo está plagado de sueños. Sus figuras se desdoblan en sombras pálidas que nos dejan indelebles apuntes visionarios prendidos en pasados perdidos. Sus bodegones nos hablan de la esencia misma de las cosas. Una rosa no es una rosa en manos de Nati de Miguel. Sus pétalos pueden haberse fundido con el rocío de la mañana o contener las lágrimas del abandono. Sus espinas pueden horadar tu piel como finos estiletes pero es más probable que te acaricien y tu cuerpo se deje recorrer por un íntimo cosquilleo.
Es Nati amante los pequeños rincones, de los objetos cotidianos que guardan en su interior nuestro propio devenir, las huellas de una vida, las miradas añorantes, las nostalgias escondidas.
Nati recibió el beso de las musas y sus manos tomaron el relevo de su corazón, inmenso y abierto, para esparcir una paz recóndita que atraviesa el ojo del espectador. Nadie queda indiferente ante el alfeizar de una ventana perfilada por la cera cálida de sus obras. Ni ante la grandiosa naturalidad de unas frutas cuya fragancia podría olerse con solo entornar la mirada. Un jarrillo, quizá cascado y olvidado, atraviesa la onírica veladura de un visillo; un espejo que descansa sobre el ajado tocador; una vieja foto sobre el aparador… ese es el mundo de Nati de Miguel. Y es el nuestro. Podemos reconocernos en sus cuadros ya que en todos ellos existe una puerta hacia un interior que es el nuestro. Incluso en sus magníficos retratos diríamos conocer a la niña de sonrisa franca o a la señora de gesto adusto como alguien con quien hemos compartido vivencias y camino.
Pero la calidad de su obra, indiscutible, no se puede comparar con la de su propia humanidad. Nati es frágil, como las hojas de otoño y, como ellas, sabe sobrevolar tu paso hasta acercarse a tu huella para hacerse una contigo mismo. En un cuerpo que el aire podría transportar sin apenas esfuerzo, habita un alma inconmensurable, un espíritu libre que lucha con la vida y que, a cada amanecer renace de la propia dificultad.
Si Nati te ha hecho partícipe de su amistad, el paso de los calendarios no hará sino magnificar esa relación. Ella es más que una artista, más que una pintora al uso. Nati de Miguel no está en los museos, todavía, pero las paredes de cualquiera de ellos se sentiría orgullosa de acogerla.
Gracias Nati por plasmar nuestros sueños, por tu humilde grandeza, por regalarnos el arte y la sonrisa. Las musas acertaron contigo.
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