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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

Diez años sin GLORIA FUERTES

Diez años sin GLORIA FUERTES

Cuando las hojas de las efemérides apuntan al décimo aniversario de la muerte de Gloria Fuertes, que se cumplirá en breve, viene a mi memoria una conversación telefónica que mantuve con ella hace veinticinco años. El periódico escolar que dirigía en Mengíbar –“Papeles escolares”- inauguraba una serie de reportajes en los que alguna personalidad de la cultura ahondaba en sus recuerdos escolares.

Un sondeo entre los alumnos del “Manuel de la Chica” coronó a Gloria como la protagonista de ese guiño al pasado. Y…ella misma cogió el teléfono, algo poco frecuente. La voz de Gloria era capaz de inundar todos los espacios aun brotando del auricular. Ese tono familiarmente aguardentoso, esa caída de las palabras como sutiles bocados a punto de ser digeridos, ese inocente acento que contrastaba con su aguerrida presencia… todo ello formaba parte de su elaborada imagen de poeta que “quería una flor natural como la que le regalaban a Pemán”.

Gloria nos habló del vetusto colegio de monjas de la Calle de Santa Isabel con dos universos entremezclados, no agitados, como diría mister Bond en referencia a su cóctel insignia: el de pago y el de “gratis” como ella lo llamaba. Un mundo de rezos a la virgen, de bordados, de travesuras a Sor Pilar, de cuentos propios escritos al amparo de la escasez de libros, de la pobreza imperante que nunca fue capaz de cercenar la felicidad.

Gloria me dijo que su gran afán desde pequeña había sido “ser Gloria Fuertes” y a fe que lo consiguió. Quizá ahora, diez años después de que ascendiera a su propio nombre, sea el momento de que las nuevas generaciones descubran a esta mujer que quiso ir a la guerra para pararla, que nunca quiso ser maestra de nada sino lección de algo, que reconocía a la poesía en las cosas pequeñas y que proclamó que leer uno de sus versos era capaz de hacernos entrar en la Gloria sin morirnos.

En otro poema afirmó que un poeta solo lo es cuando el pueblo lo lee. A ella la leyó el pueblo, en especial sus hijos, los alumnos de mil y un colegios que incluso se cambiaron de nombre para llevarla a ella en su cabecera para siempre.

Hoy, escuchando de nuevo aquella cinta ya casi apagada por el tiempo y la obsolescencia del formato, Gloria me vuelve a aconsejar que incite a mis niños a leer, a que hagan como ella, que dejaba de jugar por irse a disfrutar con un libro. Ella sigue al pie del cañón  como antaño. Suya es esa expresión de “poeta de guardia” con la que reivindicó  una poesía cercana, habitual, cotidiana, quizá como su propia alma.

Las pantallas dejaron hace mucho tiempo de emitir los programas que ella coordinaba, pero ¿quién no recuerda “Un globo, dos globos, tres globos”?. ¿Cómo seguía? Si, “la Luna es un globo que se me escapó”. Gloria se nos escapó también hace ahora diez años pero sigue viviendo en un poema. Digamos irreverentemente que su carne se hizo verso y habitó entre nosotros. Las editoriales preparan reediciones de su obra, tanto para niños como para adultos. Su voz renacerá de nuevo en las televisiones y, en especial, en los corazones de quienes la quisimos. Gloria, en la gloria, sonríe y se inventa aleluyas con los nombres de los serafines…

 

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