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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

Te recuerdo, Victor. (Homenaje a Victor Jara)

Te recuerdo, Victor. (Homenaje a Victor Jara)

La calle mojada, la sonrisa ancha, la lluvia en el pelo… ¿Quién no recuerda estos versos en la cálida voz de Víctor Jara? Es Amanda que va a reunirse con Manuel y a punto de descubrir lo eternos que pueden resultar cinco minutos.

Pero Manuel no volvió a toque de sirena. Tampoco Víctor. Él, que cantó al derecho a vivir en paz y que soñó con una cadena universal de palomas y olivos más allá del mar, quedó en un día oscuro del setenta y tres tirado en el césped de un estadio chileno convertido en prisión.

Su voz sonó por última vez ante los compañeros presos solo un segundo antes de que la bala del odio le hiciera callar para siempre. Antes le habían pisoteado los dedos para que nunca volviera a acariciar las cuerdas. (Algunos dicen que le cortaron las manos).

Sus canciones me rodean ahora en la nostalgia de un piso de estudiantes: Mara, Zoilo, Paco, yo mismo. Una guitarra y unas notas melosas. Las casitas del barrio alto llenas “de latifundistas y traficantes, abogados y rentistas con hijos “rubiecitos” que juegan al bridge y toman martini-dry.”

Cierro los ojos y aquella tarde se transmuta en nostalgia. Eran tiempos de Universidad, de ganas de salvar al mundo, de pasquines de la Joven Guardia Roja, de conciertos de Luis Pastor en la vieja escuela de Magisterio, de carteles del Ché o de casettes de música de cantautor. Y entre ellos, a la cabeza, Víctor Jara: “Que los derechos humanos los violan en tantas partes, en América Latina domingo, lunes y martes. Nos imponen militares para sojuzgar los pueblos, dictadores, asesinos, gorilas y generales”

Víctor nos hizo sentir el cosquilleo de hacer algo por los oprimidos, de hacernos uno en esa oración que luego censuró la tele oficial en boca de Mercedes Sosa: “Líbranos de aquel que nos domina en la miseria; Tráenos tu reino de justicia e igualdad.

Hoy, en un recuadro, en una nota perdida entre la vorágine de sucesos en que se han convertido nuestros noticiarios, se comenta que se va a condenar a uno de los responsables de la muerte de Víctor Jara. Era entonces un soldado de reemplazo y, muy probablemente, no sea mas que el dedo ejecutor. Pero si que marca el sendero de la justicia. Ningún poder debería tener en sus manos la vida de quien disiente, de quien alza su voz y su guitarra contra aquellos que  revientan la flor con genocidio y napalm” o “Explotan al campesino, al minero y al obrero, hambre miseria y dolor…”

La muerte de Víctor quedó sumida en la tiniebla del poder omnímodo, en la marea alta del “porvenir de las horas amargas” pero ahora se abre un resquicio en la búsqueda de responsabilidades. Un guiño del tiempo a la justicia o viceversa. Algo con que “amarrar los sueños... laborando el comienzo de una historia sin saber el fin”.

Lástima que en otras latitudes, léase nuestro solar patrio, otro cantor de libertades, otro poeta de la palabra, Federico, no haya podido alcanzar aun el tranquilo reposo y siga en la oscura fosa del odio fratricida.

Te recuerdo Víctor, te recuerdo, Federico. Aquí queda la clara, la entrañable transparencia, de vuestra  presencia. Plantada queda la bandera con la luz de vuestra sonrisa. Hoy es el tiempo que puede ser mañana.

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