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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

El lobo te devorará. (El Papa Francisco)

El lobo te devorará. (El Papa Francisco)

 

Con esta frase intentaron los campesinos de Gubbio detener el ímpetu de Francisco frente al animal que ha pasado  con él a la historia. -Hermano lobo, has hecho mucho daño, le dijo y añadió  -Tenemos que firmar la paz entre ti y el pueblo.

Francisco, cuentan las crónicas, amansó a la feroz criatura y trajo la paz a aquellos aldeanos, quizá como se ha decidido a intentar el cardenal Bergoglio con esa Iglesia tambaleante que parece escorarse hacia un lado oscuro tan alejado de su mandato primigenio.

Bergoglio, nuevo pastor argentino de los rebaños eclesiales, ha elegido llamarse como aquel Santo de Asís que escuchó una vez a un crucifijo que le decía: “Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo”. La voz se refería a una vieja capilla, pero el mandato que acaba de aceptar el nuevo Papa tiene un escenario mucho mayor. La Iglesia no pasa por su mejor momento y será necesario un titánico esfuerzo para hacer llegar al mundo un renovado mensaje, una brisa de paz fraterna como ha afirmado Bergoglio en su primera alocución.

Sobre su nívea efigie sobrevuelan cuervos escondidos; sobre su solideo pende la espada de un Damocles impío que impregna aires corruptos, pederastas y sacrílegos; sobre su voz cercana y afable se cierne la mordaza de sospechas expandidas a su alrededor. Necesitará soplar fuerte para que el lodo se desprenda de los lóbregos pasillos vaticanos y sea barrido para siempre.

Hay dos pistas muy importantes sobre su futuro. La una, ese “Bendecidme vosotros” con que se ha dirigido a los fieles congregados bajo la lluvia de San Pedro. La cabeza inclinada hacia el pueblo para recibir su fuerza, sus plegarias, su empuje siempre joven ha sido un punto de inflexión: Antes de bendeciros, bendecidme y pedid a Dios por mí. La otra, ese nombre entresacado de la historia como si de una profecía se tratara. Los lobos acecharán sus pasos pero él será capaz, esperemos, de lidiar sus envites y borrar sus huellas del sendero común de los creyentes. Francisco lo hizo con aquel lobo legendario. Otro Francisco puede conseguirlo también.

Viendo al otrora cardenal Bergoglio asomarse, campechanamente, a la barandilla vaticana, algo me ha recordado otra frase que también escuchó Francisco: “No llevéis monedero, ni bolsón, ni sandalias; no os detengáis…” Y, de pronto, me ha parecido que sí, que este nuevo Francisco puede caminar así, de espaldas a corruptelas y lobbies. Francisco estrechó la pata del lobo, su mano, y desde entonces todo cambió. 

En los próximos días observaremos si ese aire progresista que los entendidos otorgan al nuevo Papa se deja ver sobre nuestras cabezas. Observaremos si su mano firme, llegada  “del otro lado del mar”, es capaz de ordenar, limpiar, recolocar, sanear y dar lustre a lo que ahora parece ahogado en capas de ignominia. Hay papeles guardados que necesitan airearse. Hay bombillas que cambiar para que su luz llegue más allá. Hay un futuro que diseñar. Tienes nuestra bendición, Francisco. 

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