Arqueología torera.
No se ha dado mucha publicidad al asunto pero dicen que, por casualidad dentro de una investigación arqueológica, se han descubierto restos de una extraña civilización que nos precedió.
A pesar del sigilo con que se ha llevado a cabo, ciertos detalles han trascendido: Parece ser que en siglos anteriores, cuando nuestros pueblos estaban aun sumidos en la barbarie, ciertos antepasados nos dejaron restos que pueden hacernos comprender algunas de sus actividades.
Se sabía con anterioridad que era costumbre construir edificios redondos rodeados de gradas pero su utilidad solo era fruto de especulaciones y sospechas.
Ahora podemos asegurar que en dichas construcciones se desarrollaban, tal y como queda de manifiesto en los grabados encontrados, espectáculos de índole sangrienta en los que se torturaba y daba muerte a bóvidos criados a tal efecto. En algunas imágenes rescatadas se observa que los verdugos iban ataviados con trajes ajustados de colores y una especie de sombrero denominado “montera”. Estos individuos, entre el griterío excitado de los espectadores, clavaban de forma repetida en el cuerpo de los animales distintos instrumentos diseñados para su lenta agonía: espadas, arpones engalanados y pequeños cuchillos afilados cuya función aun no ha sido descubierta.
En un determinado momento un guerrero a caballo irrumpía en el escenario para hincar una puntiaguda pértiga en el debilitado animal que, entre vítores, dejaba un reguero de sangre antes de morir con el único fin de servir de solaz y esparcimiento a los allí congregados.
Se sospecha, para espanto de quien lo imagine, que el trofeo que obtenían los verdugos, según su pericia en el acto de dar muerte al bóvido, eran sus orejas o su rabo, cortados allí mismo en mitad del ruedo. Solo pensar que una persona paseara con los apéndices auriculares del animal en sus manos ensangrentadas, agitándolos ante el público, puede hacer que nuestra actual sensibilidad se vea afectada, así que no incidiremos más en el asunto.
El acto terminaba con el arrastre de la víctima sobre la arena manchada.
Lógicamente existen reticencias por parte de un grupo de investigadores y de hombres de ciencia para aceptar esta explicación ya que no parece posible que nuestra especie haya dedicado su esfuerzo e inteligencia a estas macabras actuaciones ni siquiera en tiempos muy pretéritos. Varios comités ya han cursado su indignación. El ser humano siempre se ha movido en términos de civismo y de urbanidad. No cabe duda, pues, que la explicación a los hallazgos ha de ser otra muy distinta. Estaremos a la espera.
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