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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

Simios y Romanos.

Simios y Romanos.

Cuando los obituarios se han tenido que enfrentar a la cinematografía de Charlton Heston, pocos han insistido en “Cuando el destino nos alcance” (Soylent Green, 1972). Sin embargo, esa sociedad futura (o no tanto, hablamos de 2.022) en la que el hombre es, literalmente, un lobo para el hombre y es capaz de reciclar cuerpos para alimentar al exceso de superpoblación planetaria, ese apocalíptico planteamiento de Richard Fleischer,  me devuelve al Heston actor, lejos del hierático y a veces inexpresivo personaje con “cara de otro siglo” según su propia chufla.

Envuelto en ciencia y en ficción cuando no en las dos cosas juntas, Charlton me emocionó en aquella juventud ávida de extraterrestres y aventuras paranormales cuando se postra ante la humillada ruina del icono más reconocible de nuestra cultura y nos maldice a todos en la secuencia final de “El planeta de los simios”.

También aquí, como en Soylent Green, Heston nos coloca frente a  la realidad que parecía acecharnos  en un futuro cercano. Menos mal que en anteriores películas se había ocupado de defendernos y hasta de salvarnos. Moisés abre el Mar Rojo para escapar del iracundo faraón; El Cid nos devuelve el orgullo racial; Juan el Bautista redime nuestras almas; Hasta de las feroces hormigas es capaz de salvarnos un Heston enfrentado a Eleanor Parker por una virginidad políticamente incorrecta hoy en día. (“Cuando ruge la marabunta”).

En muchas ocasiones, cerca ya de Madrid, en los ferroviarios efluvios de un sueño duermevela he fantaseado con asistir a los rodajes de Heston en las superproducciones de Bronston con “55 días en Pekín” a la cabeza. Seguramente por codearme con Ava Gardner, pero ese es otro tema. Heston paseó por nuestros paisajes en variedad de ocasiones pero seguramente permanecerá  en nuestra imaginación cinéfila montado en la cuádriga de Ben Hur,  paradigma de los peplums de lujo irradiados con el toque mágico de la religiosidad casi oficial del momento.

Heston se nos ha ido a ese cielo que se publicitaba en la película aunque quizá no lo dejen entrar con su carné de presidente de la Asociación del rifle. Un aspecto, este, que en ocasiones ha enturbiado su imagen y nos la ha devuelto como la de un duro ultraconservador que quizá obviaba otros aspectos de su personalidad.

En todo caso Charlton Heston también tuvo que luchar a menudo con los críticos que lo encasillaron en la dicotomía “Simios y romanos” y nunca reconocieron del todo sus capacidades comparando su expresividad con el cartón piedra de los decorados.

Los críticos y el público no siempre suelen estar de acuerdo. ¿Cómo olvidar las buenas tardes y noches que Heston nos dejó desde las pantallas?  Él, que llegó a ser “El último hombre vivo” (“The Omega man”), nos enseñó “La historia más grande jamás contada”, y tuvo “Sed de mal” a pesar de ser un abanderado de “Los diez mandamientos” .

Para nosotros, como ya le pasó a Rodrigo Díaz de Vivar, Heston sigue actuando, continúa obteniendo nuevas nominaciones tras abandonar el escenario. Frente a él solo se abren ya oníricos “Horizontes de grandeza”. Como en “Soylent Green”, ahora ya es alimento para nuestros sueños.

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