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El último recorte. (Llegamos al fin del mundo)

El último recorte. (Llegamos al fin del mundo)

 

Quién me iba a decir hace trece años, cuando comencé mi aventura de “Opinión” en DIARIO JAÉN, que me tocaría despedir al planeta Tierra el último día. Parece premonitorio que mi primera columna se llamara “Último escalón, primer peldaño”. Y la escalera se termina. Hoy, al mediodía, un gobierno maya de la noche de los tiempos decidió que toca despedirse. Un “Rajoy Maya”, permítaseme la expresión, grabó a buril el fatídico día en que el Rajoy actual daría al traste con lo poco que quedaba en pie de nuestra civilización.

Llega el último recorte, el tijeretazo supremo. Ahora tiene sentido el desaforado intento del gobierno por acabar con todo. ¡Y nosotros no entendimos su fraternal interés en hacernos una transición suave y poco dolorosa hacia el agujero negro final!

En la preclara mente de registrador de nuestro prócer, mantener costosísimos sistemas sanitarios, escuelas y universidades, dotaciones para dependientes, tasas judiciales gratuitas y tantos otros catalizadores del Estado del Bienestar era absolutamente inútil sabiendo que nuestros días estaban contados. En su amantísima mirada hacia sus súbditos, aquel que nos gobierna pensó que ir perdiendo la vida en pequeñas dosis sería mucho más digerible. Terminar de golpe hubiese sido dantesco pero si hoy pierdes la salud, mañana no hay dinero para educar a tus hijos y al día siguiente te desahucian de tu hogar, pensar en un final dulce, en un sueño eterno reparador, se antoja como la mejor solución.

Cuanta dedicación, cuando mimo en el trato que nos dispensa el gobierno. Y, ciegos de ira, no hemos sabido agradecérselo sino bien al contrario. Se han  inundado las calles de pancartas, de gritos desaforados, de protestas sin sentido. ¡Cuánto habrá sufrido Mr. Rajoy viendo la incomprensión con que le tratábamos! Amigo lector, si estás leyendo esta columna en el bar, -ya que otro de los astutos trucos del gobierno ha sido subir precios, IVA y demás y quizá no hayas podido comprar tu ejemplar en el kiosco-, apura tu cerveza, devora la tapa, engulle el aperitivo y disfrútalo como si fuera el último, porque quizá lo sea.

Solo hay un problema. Sabida es la habilidad con que Rajoy maneja el arte del engaño. Sus promesas están escritas en el aire de las terrazas repletas de fumadores o en el agua corrompida de los charcos. Así que aun podemos salvarnos. Si un viejo Rajoy maya prometió que todo se iba al carajo, es posible que compartiera con D. Mariano ese peculiar juego de la mentira. ¿Y si todo se queda en agua de borrajas? ¿Y si el último recorte no es el adiós sino otra vuelta de tuerca a nuestra dolorida existencia?

Prefiero que todo termine a que siga como hasta ahora o sea, empeorando. Pero no tendremos esa suerte. Habrá que dedicarse a hacer nuevos agujeros a nuestros cinturones y no porque hayamos pasado a ser ángeles incorpóreos. El día después del fin del mundo se avecina duro. Más duro que el Apocalipsis.

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