La tele nos protege.
La broma continua de algunos presentadores que interrogan a sus interlocutores sobre si ¿estamos en horario protegido? para, sin esperar respuesta, lanzarse a desgranar la más zafia y obscena representación del vocabulario castellano sigue aumentando en televisión.La digna empresa promovida por unas autoridades sensibles al manifiesto deterioro de las emisiones televisivas choca irremisiblemente con la rutina y la tiranía de la audiencia. No emitimos para niños, dicen los canales. No podemos perder puntos de share eliminando de las tardes “tomateras” las andanzas desvergonzadas del reality de turno ni, por supuesto, dejar de hurgar en los entresijos más vomitivos de la debilidad humana a las cinco de la tarde.La ley trata de proteger a la audiencia infantil en un determinado horario, pero todos sabemos que no todas las familias desenvainan el hacha de guerra antes de las diez para mandar a los chavales a la cama. ¡Cuántos alumnos nos cuentan a la mañana siguiente las últimas disquisiciones de Crónicas Marcianas!¿Quién debe velar por la programación que tragan nuestros hijos? ¿Son las cadenas televisivas las únicas responsables?Decididamente, la ley no puede protegernos de nosotros mismos. La tele, tampoco.
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