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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

No puede ser cierto...

No puede ser cierto...

 

No es posible, me digo, mientras observo en un telediario cualquiera la imagen de un joven con la pierna escayolada al que acaban de retirar una prótesis recién colocada ¡¡¡por no poder pagarla!!!

Observo el horario y trato de convencerme de que realmente estoy en hora de informativos y no en una cámara oculta. No llego a pellizcarme pero algo me dice que lo que oigo y veo no puede ser cierto.

Bajo la vista y, al volver a fijarla en la pantalla, una locutora explica que el gobierno va a retirar no sé cuántos millones de euros de la ley de dependencia, otros cuántos de salud y se apresta a aprobar otra ley de educación que mira más hacia la privatización que hacia la calidad pública que siempre debió presidir la formación de los futuros ciudadanos. 

Pasan unos minutos y escucho que ciertos miembros del gobierno o del partido que lo sustenta se han subido sustancialmente sus salarios con ánimo de “completar” sus ingresos. Por otro lado, quien maneja sus cuentas nos descubre que hay por ahí depósitos millonarios en Suiza y otros paraísos y que cada mes aparecían sobres repletos de esos billetes morados que desconocemos sobre sus escritorios impolutos. Además, gentes de “Real presencia” parecen poder escapar a la justicia tras sus sonados desvíos millonarios de fondos.

En mi ingenua desorientación me pregunto si lo que escucho es real, si se puede permitir que haya semejantes distorsiones en el dinero público, si es humanamente comprensible que a un anciano se le arrebate una mínima aportación que le haga la vida más soportable, que a unos profesores se le ajusten las tuercas y a los niños se les prive de un ambiente educativo de calidad, que a los enfermos se les trate como a mercancías, que se tijereteen las pensiones sin piedad, que se desmonte, en suma, el estado del bienestar al grito de que todo es por nuestro bien.

Pues lo es. Y no solo eso. El número de parados aumenta en proporciones dantescas; los rebuscadores de comida en los contenedores florecen con la caída de la tarde; los comedores sociales están a rebosar; los Bancos de Alimentos suplican suministros; los que una vez creyeron en el sistema e hipotecaron su vida en la medida que supusieron poder soportar ya no tienen más camino que el desahucio o ser arrastrados por el suelo por fuerzas que debían protegerles…

Y mientras…. ¿quién hace algo? Juegan quizá con la tranquila aceptación dolorida del personal que, como mucho, sale a la calle a gritar su pena y su desesperación. Pero la historia nos dice que, en casos así, es fácil que ciertas mechas se enciendan, que los brazos y las gargantas se levanten  más allá de las protestas. No se puede tensar tanto la cuerda. Hay revoluciones que empezaron con menos. Sería tan sencillo que alguien, desde arriba, nos ofreciera una muestra de comprensión…

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