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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

Las aventuras de "JUANA JABALCUZ"

Las aventuras de "JUANA JABALCUZ"

 

Si los afamados guionistas de Hollywood o los escritores de literatura infantil y Juvenil hubieran vivido en nuestra tierra, muchos personajes que conocemos serían diferentes. ¿Hay algún trasunto más giennense de Indiana Jones que nuestra querida “Juana Jabalcuz”? La respuesta es no. Juana, -Juani para mi desde los albores del tiempo-, siempre se presentaba ante ti con su envolvente nube de tabaco, pitillo nadando en el cenicero repleto, humareda luego desterrada a la puerta con vistas a las palmeras del parque.

Su pelo corto lució en ocasiones destellos prestados de la violeta perdida entre las sierras o del ocaso prendido entre los últimos reflejos del sol agonizante. Mirada pequeña con un leve deje de irónica sonrisa en la que podían navegar cruceros a lugares ignotos o habitaciones de hotel en la más inexplorada de las calles del suburbio mas cool del extrarradio del África profunda. Juani me atrapó entre sus fauces viajeras en mi tierno despertar al mundo mundial y me envió al Egipto milenario a lomos del transido dromedario ahíto de turistas. Y ahí empezó todo.

Ella habitaba un recóndito local de un oscuro pasaje del Paseo de la Estación y todavía no ostentaba el apellido Jabalcuz para sus cambalaches aventureros. Era un escenario simple en el que, sin embargo, olía a brisa del Himalaya, a mercado marroquí, a castillo encantado a orillas del Loira o a musaka humeante recién salida del horno. ¿Cómo sustraerse al embrujo de Juani Jabalcuz? Más tarde me enseñó la Rumanía comunista, a punto de librarse de Ceaucescu, la Hungría post telón de acero, las riberas del Mediterráneo, el horizonte desde el Atlas o los adoquines de la plaza Roja. El mundo entero se escribe con J. Con J de Juani y con J de Jabalcuz. Hubo incluso ocasiones en que compartimos verano en la Mallorca de los ochenta y, para redondear el itinerario, sus hijos estudiaron en “mi” colegio.

Juani tenía el catálogo justo en el instante preciso. Tu duda era su alimento. Tu pregunta era su respuesta y viceversa. Sus manos acariciaban un teléfono –que había que luchar por no pagar- y tras la línea se agolpaban las mayoristas, los agentes amigos, los desconocidos… y todos caían de rodillas ante sus palabras fetiche… “Soy Juana, de Jabalcuz…” Al oírla ya sabías que tu pasaje hacia el destino soñado estaba a punto de salir impresora adelante. El escenario fue cambiando. De aquel pasaje tan cinematográfico pasó a un coqueto dos plantas en el Paseo de la Estación y posteriormente, dando la vuelta a la esquina, al soberbio palacio de escapadas, periplos, travesías y excursiones donde, junto a Juanino, Antonio, Paulo, Victoria y algunos más que la memoria me escamotea, ejerció de mayordomo fiel para tus ansias de volar. Ese lugar, asomado como no podía ser de otro modo, a las palmeras del parque, fue su última morada. Hoy, en su acristalada galería se puede leer un SE ALQUILA que no impide ver del todo el merchandising del pasado dorado. Folletos de la Indonesia lejana, cruceros por el mar de las Antillas, fines de semana en el paraíso… figuritas de ébano, bandejas africanas, diplomas de hazañas perdidas en el tiempo… todo eso y más se puede observar si se acercan los ojos al cristal y se tapa la luz con la mano. ¡Hay tanto recuerdo allí guardado! Un atardecer en Cabo Sounion, la estrella del Parlamento reflejada en el Danubio, las horas marcadas a golpe marcial por las figuras de un reloj en Praga, la emoción de una primera falta, de ese primer niño añorado, en un balcón de Brasov, una pisada en la lava pulverizada del Etna, la locura del amor en la Roma eterna, la lluvia matutina en Montmatre, las almenadas orillas del Rhin, el alba asomados al Nilo… Juani estuvo en cada uno de esos momentos y seguirá estando. Su voz cascada, su enjuta figura, su sonrisa pícara…

Ahora, dicen las crónicas, ha trasladado sus maletas repletas de quimeras a otro lugar. Ha establecido su cuartel de verano en tierras nuevas. El mundo, en mitad de crisis, guerras y trastornos sigue teniendo puertas que franquear. Y Juana Jabalcuz es especialista en abrirlas.

Vuelvo a pasar por su antiguo hogar y leo de nuevo el cartel que preside la entrada. Lo releo y me pregunto… ¿Pueden alquilarse los sueños?

Dedicado a Juana Mª Risquez Aguayo y a todos sus compañeros y compañeras de VIAJES JABALCUZ de Jaén.

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