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Cinco días de Septiembre

Cinco días de Septiembre

“Algunos días en Septiembre”, “Cinco días, un verano”, “Cinco días para la medianoche”…la historia del cine guarda en sus cajas de celuloide abundantes muestras de títulos que podían darnos la pista de lo importante que es una semana para alcanzar lo que deseas.

Cinco días, asombrémonos, es la dosis justa y necesaria para conseguirlo todo en la enseñanza, por poner un ejemplo. Tómese un calendario escolar y señálense en rojo los días en que los colegios imparten sus enseñanzas. ¿Es posible? Pero, ¿cuántas horas pasan nuestros tiernos infantes fuera de esa institución a la que se los confiamos para que nos los devuelvan sanos y cultos?

Los guionistas de Hollywood no tendrían problema: Sydney Poitier sería el profe ideal. Clint Eastwood podría encarnar a la autoridad, educativa por supuesto, en su registro de alma benefactora.  No me resisto a colocar a la maggiorata por excelencia como conserje ¿conserja? a punto de alcanzar la dorada jubilación –a los setenta y cinco, eso si-. Hablo de la Loren, claro. El resto del claustro podría conformarse, por ejemplo, con la maestra de música a cargo de Woopy Goldberg… y todos ellos, en una fílmica sesión conjunta, acabarían descubriendo la panacea que podría dar título a la película, aunque ya lo tengan registrado: “Cinco días de Septiembre”.

Añadiendo ese tiempo al escaso y mal aprovechado calendario que sufren nuestros escolares (obsérvese el tono amargamente sarcástico), los currículos, desarrollos cognitivos y otros apéndices colaterales de eso llamado “educación” adquieren su esplendor más brillante. Las mentes se abren, los ojos se ensanchan, las neuronas consiguen que sus sinapsis sean casi orgasmos cerebrales llenos de pasión por el conocimiento…

¿Cómo es que nadie antes se percató de  semejante prodigio? Menos mal que tenemos al cine como aliado. “Cinco días, un verano”. Si. Ahí empezó la clave. En el imaginario popular las vacaciones duran tres meses. (O más, dice alguien en el patio de butacas). Arañemos, pues, una semana a la molicie de ese cuerpo de depravados que piensan, -infelices-, que en esos días podrán diseñar programas, pergeñar planes de recuperación, temporalizar temas y propuestas, programar competencias o, sencillamente, marcar las pautas de manejo de los hectómetros de papeles e informes que se les vienen encima.

Extended vuestro esfuerzo diario a esos días que la providencia nos ofrenda, diría Don Eastwood. Cread, soñad, impulsad a vuestros discípulos y discípulas hacia el universo, aprovechando que ahora dispone de cinco nuevos astros que refulgen más que el sol. Los cinco días de Septiembre os abrirán conceptos distintos, os permitirán alcanzar la satisfacción de llenar ese hueco que siempre notasteis que faltaba en vuestra entrega cotidiana a la generosa labor de enseñar. ¡Cómo pudisteis sentir vibrar vuestro espíritu de docentes sin rodearos de la mirada curiosa de los niños esos días de Septiembre!

Y entonces, con el corazón henchido de gozo, sabremos que al fin desaparecerá el halo de fracaso que nos sobrevolaba y caminaremos por Septiembre, felices todos, mientras Woopy, de fondo, entona  un soul triste, muy triste.

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