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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

La edad del Pavo

La edad del Pavo

La pantalla nos muestra una  filosófica disertación sobre la evolución, los sentimientos, las relaciones interpersonales, los deseos de toda una generación. Ese desfile de personajes cotidianos nos atrapa. Quizá sea un Banco ofreciendo un futuro mejor. O una “eléctrica” empujándonos hacia un universo verde… hasta que una voz en off nos avisa: Hemos llegado a la edad del pavo. ¡Maldita publi!.

Animarnos a un buen chute de mortadela y chopped ha merecido un nada despreciable número de segundos televisivos envueltos en esa jerga pseudomeditativa que  los publicistas vomitan sin esfuerzo.

Momentos después sucumbimos al pink power del “Kalia-oxi-action-multi-cristal-white-inteligence”. Algo así como el “supercalifragilisticoespialidoso” de una Mary Poppins que, esta vez, viene del futuro pero no a descifrar los intrincados mecanismos que vencerán al cáncer ni a darnos siquiera el resultado de alguna próxima quiniela  millonaria. No. De los años venideros solo obtenemos ese insulso detergente. ¿Hacia eso avanzamos?

Si. La vida es dura. Menos mal que el trabajo la hace más llevadera. ¿Nos hemos percatado de la cara de felicidad que sacude a las damas que navegan por sus solerías a lomos de  Don Limpio o del mayordomo con algodón?  Felices son también esa nueva generación de chavalotes que manejan  la arielita como si fuera una nueva opción del ipod mientras divagan sobre las diferencias entre San Ignacio y San Jacobo.

En ese imaginario patio de vecinos se escuchan ya  las coristas del “Wipp Express” que, lejos de enfadarse con las manchas, emiten sospechosos gorgoritos camino de la lavadora. Es que la música, ya se sabe, lo amansa todo. Incluso las conciencias. Eso si. Ante la duda, el grito de guerra: Yo no soy tonto. ¡Faltaría más!

Otro intermedio. Otras escenas caseras habituales. Un baño con todo tipo de suciedad incrustada y con terracitas de cal de calibre similar a las salobres piscinillas turísticas de Pamukkale. Una cocina con grasas, salpicaduras y pisadas que para sí quisiera cualquier taller mecánico con calendario erótico en la pared.

La dueña de semejante escenario aparece feliz y no avergonzada por haber aprobado –con nota- las oposiciones a ser “la más guarra del barrio”.

En sus manos un Cillit Bang con ritmo de Peret. Y la pobrecilla nos enseña cuan rápido desaparece esa costra inmunda que ya habíamos visto momentos antes en las ollas, sartenes y demás menaje de otra familia poco dada al bello arte del restregar.

¡El frotar se va a acabar!  Si, si. Lo sabemos. Es más, en las viviendas de esas señoras se acabó hace tiempo. No hace falta mas que ver como lo tienen todo.

Por no tener ya no les queda ni una muda limpia. El gremio feminista siempre ha elevado sus estruendosas voces cuando unas angelicales muchachuelas desodorizaban sus virginales cuerpos –destapadillos ellos- con las fragancias cítricas del Caribe salvaje… y ¿qué dirán ahora? Un forofo futbolero, hijo seguramente de la señora del anuncio anterior, ha de anunciar la cervecita light como su mami lo trajo al mundo. Seguro que la ropa la tiene en la lavadora y como el perro que la sabia echar a funcionar se escapó con la primitiva….

 

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