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Mi buhardilla. Palabras, reflexiones, sentimientos...

Primeros maestros

Primeros maestros

Tiempo de descanso en las aulas. Navego por las páginas de opinión de un diario nacional y encuentro la expresa mención que el columnista dedica a sus Maestros. Hace un detallado recorrido por todas sus vivencias escolares, desde el más tierno comienzo a las efervescentes clases universitarias. Y en cada momento de su tránsito tiene una palabra de admiración, cuando no de cariño, por aquellas personas que le iniciaron por los caminos del conocimiento y de la vida.

En estos días de ¿felicidad compartida? levanto la vista del periódico y un ligero desasosiego me embarga. Algo debe haber sucedido, me digo, para que ese aprecio por el docente que, tiempo atrás, destiló con paciencia  las escasas armas con que contaba para educarnos, se haya tornado ahora en agresión, en desprecio o, incluso,  en burla.

¿Qué ha sucedido?. ¿Cómo es posible que casi la mitad de los alumnos y alumnas, según una de esas sesudas investigaciones que pueblan los medios de comunicación no confíen en sus maestros?.

¿Quién o qué ha fallado?.  Hemos escapado de modelos autoritarios identificados con periodos dictatoriales. Se han abolido normas atentatorias contra la libertad de los alumnos/as. Se aprueban normativas y nuevos planes, pero también estamos en la vergonzosa tesitura de tener que discutir si las agresiones a los maestros son faltas o delitos.

Hay, indiscutiblemente, un germen extraño en el sistema. ¿Cómo se enfrentan los chavales al hecho de formarse? ¿Qué entienden que deben encontrar en un centro educativo, en una persona dedicada a abrirles alguna puerta al saber? ¿Cómo se ven ellos mismos?

Uno de cada diez docentes cree que debería abandonar la profesión dado el ambiente en el que tiene que desarrollar su trabajo. Más del doce por ciento afronta situaciones de ansiedad severa que pueden incluso llegar a producirle miedo autentico a enfrentarse a una clase.

Confieso mi estupor. ¿Entienden esta situación las personas ajenas al sistema? ¿Y las autoridades?

Más del ochenta por ciento de los docentes han sufrido faltas de respeto. Casi la mitad reconocen abiertamente estar desmotivados.  Si los alumnos y alumnas no alcanzan a comprender la importancia de la educación y el valor intrínseco de una profesión cuyo único fin es servir a los otros, aportar granos de arena para construir montañas que cada uno debe alzarse posteriormente con su propio esfuerzo,   nada podremos conseguir.

Y si añadimos que casi la mitad de los docentes han sentido en algún momento esa sensación de “quemado” para la que no ven solución alguna…. ¿qué nos queda?.

Vuelvo esta vez a mis propias experiencias no ya como docente sino como alumno y alcanzo a distinguir a aquella primera maestra, Doña Purificación Iturrioz,  que me abrió a las letras, al Hermano Ignacio –que me demostró que aprender cuesta- o al insigne Don Alfonso Sancho que supo transmitirme ese regusto literario que él recogió personalmente de manos de Machado. En ellos, y en todos los demás, supe advertir la llama que unas veces quema, pero al final, inunda de luz. Quizá ese sea el espíritu de la educación; algo que nunca debió romperse. Alumnos y profesores son piezas de un mismo puzzle. ¿Encajan? ¿No habremos perdido las instrucciones para terminarlo?

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